Compartimos un extracto de un libro del Archimandrita Serafin Alexiev que nos ha parecido interesante compartir para mostrar en pocas palabras la importancia del misterio de la confesión de nuestros pecados, y el saber diferenciar la parte correspondiente al sacerdote y la parte correspondiente a nuestro Dios.

«Llorar por los pecados cometidos y sentir arrepentimiento sincero es absolutamente necesario si deseas ser perdonado por Dios.

Durante la confesión, tu penetras en la enfermería de Cristo.

Dios es el médico. Sólo él puede dar o retirar la vida, juzgar y absolver, castigar o perdonar.

El sacerdote es sólo testigo y representante de Dios. El sacerdote escucha, Dios la acepta, el sacerdote examina el alma, pero es Dios quien la cura. El sacerdote prescribe el remedio y Dios ejerce el milagro de la renovación espiritual».

Acerquémonos durante esta próxima Gran y Santa Cuaresma a confesar nuestros pecados y recibir la medicina de inmortalidad.